Hace tiempo que no escribo reseñas
y ando un poco desentrenado, quisiera volver a ello y voy a empezar con una
pequeña (gran) novela que ha llegado a mis manos recientemente: “Minutos
impares”, de Adriana F. Alcol, publicada en 2020 por Café Literario Editores. Creo
que nunca una historia tan breve me ha dado para tanto que contar.
Para empezar, diré que me ha
encantado (en parte también por motivos personales que ya explicaré más
adelante). Le pondré un par de pegas que corresponden más a mis gustos
personales que a la calidad literaria (por ponerme un poco tiquismiquis y que
no sea todo de color de rosa), pero ya digo que me ha encantado y estas pegas
no suponen en absoluto algo que desvalorice mi opinión sobre el libro. Quienes
me conocen saben que no hago reseñas de películas o libros que no me hayan
gustado: para hablar mal de algo, prefiero no hacerlo. Si esta reseña está aquí
es porque el producto vale la pena.
¿De qué trata “Minutos impares”?
Pues a grandes rasgos nos cuenta la historia de Lola, una chica de Malasaña que,
tras una ruptura sentimental, regresa a su pueblo natal para reencontrarse a sí
misma. Su jefe, Paco, le envía una serie de cartas contándole las vidas de los
clientes del café que le ayudarán a replantearse su situación.
Conocía a Adriana de las redes y su
blog y, cuando me enteré de que había publicado esta novela, me llamó la
atención por la temática, pero en su momento no la pude adquirir por motivos
económicos. Había leído recientemente un relato suyo para una convocatoria que
realicé yo mismo para una antología benéfica sobre el barrio de Malasaña y, tal
y como le dije a ella por privado, me gustó mucho su manera de narrar y
expresar. Ahora que por fin he leído su novela, he de decir que la sensación se
ha repetido multiplicada.
En un vídeo que ella subió a Twitter
de una de las presentaciones de “Minutos impares” decía algo así como que todos
somos un poco como Lola, ya que todos hemos pasado por un desengaño amoroso. Y
aquí viene lo personal. En mi caso, no sólo he pasado por lo mismo, sino que
además de una manera tremendamente similar con la protagonista y todo el
entorno que la rodea. Por poner algunos ejemplos, en la novela se menciona que
la separación se dio un sábado de julio tras un periodo de convivencia, y en mi
caso fue un domingo de junio tras un periodo de convivencia. La manera de ver
el mundo y afrontar las cosas de Lola se parece bastante a mi forma de hacerlo.
Todos esos meses de duelo, melancolía, de sentir que se perdía el rumbo de la vida
y de la ilusión… Ella trabaja en un café, como camarera, a unas calles de su
piso, al cargo de un tal Paco. Yo trabajé en un bar restaurante, como camarero,
a unas calles de mi piso, al cargo de un tal Paco, también. Y así varias cosas,
incluso de los personajes secundarios (en especial en el caso de Juliana). Como
comprenderéis, es imposible que no me haya sentido identificado y que no me
haya tocado la fibra sensible. Pero este post no es para hablar de mí, sino de
la novela.
Objetivamente hablando, la novela me
parece magnífica. Una de las pegas que le iba a poner era que no soy muy adepto
a las narraciones en primera persona y con escasos diálogos. Sin embargo,
reconozco que me encantan Poe y Lovecraft, que son las excepciones a la regla,
junto algún otro nombre más. Ahora debo incluir entre esas excepciones a
Adriana (tanto por su relato en la antología como por la novela que nos ocupa).
A pesar de que es un estilo que no va mucho conmigo, ha conseguido que me
gusten sus escritos. Tiene muy buena mano para transmitir emociones y
sensaciones con muy poquitas palabras y eso es algo muy difícil de lograr. Soy
escritor y sé lo complicado que es, por lo que siempre lo aplaudo cuando lo leo
en un libro (y más teniendo en cuenta de que es su primera novela). Es
imposible, en esas pocas páginas, no empatizar y coger cariño a los personajes,
aún a los secundarios. Están tan bien detallados con cuatro rasgos bien
escogidos que parecen personas reales más que personajes. Esta chica tiene
madera para la escritura.
Entre los puntos fuertes que tiene,
a mi parecer, es que la historia en sí no es nada del otro mundo. Me explico,
no tiene grandes romances, ni grandes pasiones, ni grandes escenas… todo es muy
ordinario y común. Quizás ahí resida el hecho de que la gente se identifique
tan bien con los personajes o la protagonista, porque todos hemos tenido las mismas
experiencias, las mismas sensaciones, las mismas preocupaciones. Pero está contado
con una precisión (quizás gracias a la elección de las palabras) que convierte
a esta historia ordinaria en una extraordinaria. Estamos hablando de una novela
que no llega a las cien páginas de extensión, sin embargo, está tan bien
descrito todo, tiene tanta emoción y sensibilidad cada sentimiento, cada
escena, que esas páginas son suficientes para que te toque y te cale esa
historia tan común y mundana. No cae en el dramatismo fácil, ni mucho menos, es
simplemente que, con poquita cosa, logra transmitir mucho. Hay novelas que son
mucho más extensas pero que están vacías de alma (ejem, ejem, ¿eh, Dan Brown?
Aprende, majete), esta es muy breve pero llena. Llena de delicadeza y
sensibilidad que, a su vez, llena el corazón del lector. Enriquece. Esto sí es
literatura con calidad para mí.
Otra cosa que me ha gustado mucho
es que, en especial a través de las cartas del jefe de la protagonista, te da
qué pensar, te incita a reflexionar (no sé si la autora lo hizo
intencionadamente o no, pero yo cuento aquí lo que me ha transmitido). En varias
ocasiones he tenido que parar un momento y dar un par de vueltas a la cabeza
sobre lo leído. Uno se da cuenta de la verdad que hay entre esas páginas. Y no,
no es que suelte peroratas moralistas ni nada por el estilo. Te muestra las
experiencias de otras personas, es un bofetón que te saca de ese estado de
melancolía y te señala lo que hay más allá, es un empuje, un llamado a seguir
adelante con ilusión, una lección de empatía y de que todos pasamos por lo
mismo, que no estamos solos en el desamor y que hay esperanza. Le estoy muy
agradecido a Adriana por estas lecciones o enseñanzas (o mejor dicho llamados
de atención) sobre los pequeños detalles y las cosas que realmente son
importantes. Los tenemos a diario delante de nuestros ojos, pero no los vemos. En
ocasiones nos cegamos en nosotros mismos y en nuestro dolor, no vemos nada más
allá y es bueno que, ya que no somos capaces de verlo por nosotros mismos,
venga alguien a recordarnos que hay vida y amor más allá de lo perdido, bien
sea que se llame Paco a través de sus cartas o se llame Adriana a través su
novela. Gracias.
No es una novela dramática,
pesimista, melancólica… no. Todo lo contrario. Habla del amor en general, el
amor hacia tus raíces, entre empleados, amor por los sueños y el trabajo, amor
de pareja y, sobretodo, de la importancia del amor propio (el mayor amor de
todos los mencionados). Deja un mensaje muy positivo y esperanzador. Así es, al
menos, como yo lo he interpretado. Tengo que reconocer que, al llegar al final,
al último capítulo, lo he leído con un nudo en la garganta. Ha sido un viaje
precioso.
Otro detalle que no me ha gustado
demasiado, pero que tampoco me importa, es que un capítulo en concreto no le he
pillado el sentido. No dudo que lo tenga, pero no he sabido verlo. Aun así, por
lo ya mencionado antes, no me molesta, ya que está muy bien escrito y no deja
de ser satisfactorio leerlo. Y también le hubiera añadido unas páginas más, se
me ha pasado volando y me hubiera gustado vivir en el mundo de Lola por un poco
más de tiempo. Pero como digo, esto son gustos personales y es por poner alguna
pega, porque en general me ha gustado muchísimo.
Desde mi punto de vista, dejando a
un lado la subjetividad de mi identificación con los personajes, es totalmente
recomendable su lectura. Desde luego que es una novela a la que sé con total
seguridad que voy a acudir de nuevo en un futuro y a la que tomaré como
referencia para recordarme a mí mismo ciertas cosas importantes sobre la vida y
sobre el amor. “Minutos impares” rebosa vida.
¡Chapó, Adriana! Enhorabuena. Te deseo
muchos éxitos con “Minutos impares” y los proyectos futuros que tengas entre
manos. Sigue así.